jueves, 17 de febrero de 2011

Estructura del discurso

Cuando preparamos o decimos un discurso hay tres momentos que no deben ser dejados de lado, ya que darán un orden a la presentación tanto a nosotros oradores, como al público que nos escucha; estos son: la introducción, el cuerpo y el final.

Por otro lado, no es lo mismo contar una historia que proponer un punto de vista o idea, por ello además de estos tres segmentos, el discurso debe organizarse en secuencias tomando como base diferentes estructuras discursivas. Estas estructuras son extraídas de los textos escritos y deben ser adaptadas a los discursos a través del uso de los componentes del discurso y el lenguaje corporal. 

Cabe destacar, que una persona cuando tiene un esquema preparado se enfrenta con mucha más seguridad al público, evitando nervios o ansiedad.

En algunas intervenciones como en los debates es imprescindible el manejo de estas estructuras ya que además de su utilización se ponen en juego artificios estilísticos, rapidez mental, preparación, capacidad de argumentar y contraargumentar, manejo de la situación y del contrincante.

En este texto vamos a estudiar los tres momentos por los que debe transitar el discurso y la importancia de las estructuras narrativas y argumentativas para organizarlo.


Capacidad de asimilación del oyente

La capacidad que tiene el oyente para asimilar un discurso sigue siendo desde hace dos mil años la misma y su esquema puede encontrarse en cualquier texto escolar: introducción, núcleo, final. Además existe una distribución temporal en relación con la importancia de cada una de las partes del discurso (imagen 1).

Las tres partes tienen la misma importancia, pero a la parte central se le ha asignado mucho mayor tiempo ya que en ella se desarrolla el contenido específico del discurso. Por otro lado, al tener menor extensión y mayor impacto la parte introductoria y final deben estar especialmente preparadas. “Los oradores profesionales, políticos por ejemplo, cuidan sus frases introductorias y finales hasta en el más mínimo detalle, aprendiéndoselas, conscientes de la importancia psicológica que poseen”[1].

La introducción sirve para captar la atención de los oyentes, para atraerlos al tema que el orador plantea. Esto puede lograrse tanto a través de una broma como por medio de una referencia a un asunto de actualidad conocido por todos. El final tiene especial importancia, puede consistir en un resumen de los datos principales que permitan sacar conclusiones o llamar a cambiar el estado de las cosas.

Tal como dice Di Bartolo hay una regla infalible que tiene igualmente dos mil años de antigüedad:

Discurso mediocre +  buen final = buen discurso

Buen discurso + mal final = mal discurso



PARTES DEL DISCURSO

IMPORTANCIA

ASIGNACIÓN DE TIEMPO


Introducción

1/3

1/10

Núcleo

1/3

8/10

Final

1/3

1/10


Imagen 1 - Partes del discurso y su importancia.




[1] BREHLER, Reiner. Prácticas de Oratoria Moderna. Ed. El Drac. Madrid, 2000.




martes, 8 de febrero de 2011

Miedo a hablar en público

La lección más importante que puede aprender el hombre en la vida no es que en el mundo existe el miedo, sino que depende de nosotros sacar provecho de él y que nos es permitido transformarlo en valor. Tagore

¿Qué es el miedo?
 Comenzaremos a definir que es el miedo. El psicólogo, Giorgio Nardone afirma en su libro "Más allá del miedo" que son construcciones mentales creadas por el propio sujeto, llegando al punto tal de asustarnos, es decir, como podemos fantasear de la misma manera podemos temer. Sin embargo, precisamente porque es una construcción nuestra es que podemos también desconstruir ese miedo.
Prosigue, el miedo es una percepción que desencadena una emoción que, a su vez, genera una reacción psicofisiológica. Mientras que la ansiedad es ese efecto psicofisiológico de esta percepción. El miedo si lo tomamos como una emoción psicobiológica, es normal y fundamental para la adaptación de los animales y de los seres humanos en su ambiente.
Sin una dosis de miedo no se sobrevive, puesto que es una reacción que nos alerta frente a los peligros reales y nos permite afrontar tales situaciones después de haberlas reconocido como peligrosas. Podemos considerar el siguiente ejemplo, si ciertos animales herbívoros no huyeran apenas reconocen el peligro de ser atacados por depredadores, estos últimos se los devorarían, extinguiendo así la especie. Es de esta forma que los animales herbívoros logran sobrevivir.
Pero el miedo cuando supera cierto umbral, cuando nos bloquea y el sujeto se vuelve incapaz de reaccionar de manera idónea de acuerdo con los acontecimientos, ahí estaríamos hablando de miedo patológico.
El miedo normal incrementa nuestras capacidades para manejar la realidad, el miedo patológico limita e incluso anula la capacidad, nos impide desarrollar nuestros deseos.
Sin una dosis de miedo no se sobrevive, puesto que es una reacción que nos alerta frente a los peligros reales y nos permite afrontar tales situaciones después de haberlas reconocido como peligrosas.

Miedo a hablar en público
El público no es nuestro enemigo, sino que al contrario, son personas que consideran que el orador puede aportarles algo, que no van a perder el tiempo escuchándolo. El miedo a hablar en público  aparece ante situaciones diversas tales como; dar una charla, hacer preguntas en una conferencia, expresar una opinión en una discusión de grupo, rendir un examen, entre otros. Tener miedo ante una intervención pública es normal y no por ello se considerará a la persona como débil e insegura.
Ahora bien, es importante analizar el miedo que a uno lo amenaza y tratar de descubrir las causas que lo originan. Después de detenernos a pensar sobre esto, podremos observar que gran parte de ese miedo es irracional, es decir no obedece a motivos lógicos.
En nosotros se ponen en juego procesos cognitivos, ante situaciones como las anteriormente mencionadas, es decir, se generan pensamientos o imágenes con las siguientes características:
• Anticipación de conductas desfavorables (pensarán  que digo tonterías)
• Evaluación negativa de la situación (hablar en público es realmente horrible)
• Evaluación negativa de uno mismo (nunca seré capaz de conseguirlo)
• Evaluación negativa de la propia actuación (lo estoy haciendo mal)
Puede resulta importante preguntarse previamente ante los pensamientos negativos o desadaptativos:
 ¿Qué evidencia hay a favor y cuál en contra de que eso sea así?
 Pensar así ¿Ayuda a mi objetivo?
 Y si fuera cierto ¿Qué es lo peor que me podría pasar?

Mientras que hay otro tipo de miedo que si es racional,  hay una posibilidad de que determinadas situaciones se presenten como quedarse en blanco, no saber contestar una pregunta o que no funcione el proyector.

lunes, 7 de febrero de 2011

El lenguaje corporal


“La comunicación no sólo se establece con palabras. En realidad, la palabra representa  apenas un 7% por ciento de la capacidad de influir en los demás” [1]. Este postulado nace de investigaciones neurolingüísticas que también afirman que el tono de voz y el lenguaje corporal, representan un 38% y un 55% de este poder.
El lenguaje corporal es un componente innato del hombre en su capacidad de comunicación, que se percibe a nivel inconsciente. Cuando observamos a un orador nos atrapa o nos aburre, nos gusta o nos cae antipático, no nos detenemos a observar hacia dónde dirigió la mirada, cómo movió las manos o de qué manera se desplazó; a menos que estemos cursando oratoria.
A veces lo que se dice con las palabras es lo contrario de lo que se comunica con el lenguaje corporal, pensemos en un orador que está diciendo su discurso y observamos que se para, se sienta, que mueve mucho un pie y hace ruido con los zapatos, que tiene cara de terror, que mira todo el tiempo al piso y al final del discurso dice: “Me sentí muy cómodo en esta charla”, es probable que la mayoría de las personas del auditorio no le creamos.
Los componentes del lenguaje corporal son los movimientos de manos y brazos, la postura corporal, el desplazamiento, la mirada y las expresiones del rostro.

Ademanes
Muchas personas que empiezan a explorar su lenguaje corporal se encuentran ante la pregunta ¿Qué hago con las manos? El movimiento de las manos debe servir para apoyar la idea que se esta diciendo con las palabras. “Las palabras deben ser acompañadas con el gesto que mejor expresa los sentimientos y emociones. Los ademanes no deben ser artificiales ni mecánicos”[2].
Lo principal es no realizar movimientos que distraigan la atención del auditorio y que no tengan relación con lo que se esta diciendo con las palabras. “Ante todo hay que evitar los gestos y actividades sin sentido u objetivo, como movimiento de brazos o cabeza que no se corresponden con lo que se está diciendo”[3].
Hay movimientos de las manos que tienen determinados significados, pero no hay que ser taxativos, ya que en la significación tiene mucho que ver el contexto de la situación comunicativa. Además cada persona posee ademanes de acuerdo a su edad, formación y personalidad, al respeto Ander Egg dice que los ademanes “son individuales y expresan la propia personalidad. Su uso correcto depende en gran medida de las costumbres”[4].

Expresiones del rostro
El orador a través de sus expresiones faciales refleja su personalidad y sus estados de ánimo. Cuando estamos frente a un orador que a través de su cara nos refleja disposición, buen humor, alegría seguramente lo escucharemos con más atención que a uno que proyecte mal humor, cansancio o tedio. Cuando se trata de una conferencia o discurso donde el auditorio puede ver el rostro del conferenciante, puede decirse que la gente esta oyendo el rostro y la palabra. El movimiento de los músculos faciales, expresando alegría u otras emociones, tiene un efecto comunicativo y contagioso”[5].
También la sonrisa es un elemento muy importante para demostrar buena predisposición y emanar buena energía hacia el público. “La sonrisa en oratoria significa amabilidad, agradecimiento al público por su  presencia, aceptación y respeto”[6].
Cabe destacar, que la sonrisa nunca debe ser forzada sino que debe reflejar un sentimiento genuino de querer empatizar con el público y darle algo a través del discurso. “Con la sonrisa, como acto innato, trasmitimos nuestra realidad interior, por eso no debemos forzarla. Usarla al comienzo de la conferencia y también al cerrarla, pero no indiscriminadamente o fuera de contexto. Natural y espontánea”[7].

Mirada
Cuando se habla en público la mirada juega un papel fundamental para la  conexión entre el orador y la audiencia. El público necesita que lo miren para saber que el discurso es para ellos y sentirse participes de la situación de comunicación. 
“Una mirada franca y directa es la señal más clara para expresar que se ha entablado un contacto con el interlocutor y que complace el encuentro”[8].
Es importante que la mirada vaya hacia toda la audiencia, mirando de a ratos a uno y otro sector, según la disposición del lugar. “Hemos aconsejado una mirada abarcativa, panorámica  al comenzar la conferencia, luego, con el correr del tiempo, puede mirar a uno del público para conseguir su aprobación gestual y reafirmar su seguridad y tranquilidad”[9].

Eje o postura
¿Qué significa estar en el eje?
Significa que el cuerpo está centrado, derecho; que el peso del cuerpo no se fue hacia un costado u otro, y que no este apoyado en una pierna. El cuerpo en el eje da una sensación de seguridad, manejo del cuerpo y autoridad. “Los oradores inexpertos se balancean, apoyándose alternativamente en un pie y luego en el otro, en forma interminable y constante. También suelen oscilar de atrás hacia delante, poniéndose en puntas de pie”[10]. La postura que debe tener el orador es derecho con la cabeza mirando hacia delante y con el pecho orientado al público.


[1] RIBEIRO, LAIR. “La Comunicación Eficaz”. Ed. Urano. Barcelona, 1999.
[2] ANDER-EGG, Ezequiel; AGUILAR, María José. Para aprender a hablar en  público. Ed. Lumen. Buenos Aires, 2006.
[3] Ibidem
[4] Ibidem
[5] Ibidem
[6] DI BARTOLO, Ignacio; BUSTAMANTE, Alberto; HENRY, Eugenio Luis; et alii. Para aprender a hablar en público. Ed. El Corregidor. Buenos Aires, 2006.
[7] Ibidem
[8] Ibidem
[9] Ibidem
[10] ANDER-EGG, Ezequiel; AGUILAR, María José. Para aprender a hablar en  público. Ed. Lumen. Buenos Aires, 2006.

Los componentes del discurso oral



El discurso oral tiene una serie de componentes que lo hacen más o menos interesante, más o menos claro. Pensemos en algún discurso que nos haya emocionado, además del contenido, qué cosas nos llegaron. Ahora pensemos en un discurso muy aburrido, que nos haya provocado sueño y ganas de irnos.
En cada uno hay características diferentes en cuanto a velocidad, ritmo, volumen y proyección, intención y énfasis. A continuación se describirán los componentes del discurso.
 
 Velocidad y articulación
A la hora de expresarse oralmente cada persona tiene una velocidad para hablar que depende de la personalidad, lugar de procedencia, edad, entre otros. También los individuos tienen una determinada articulación correcta o incorrecta.
En el caso de los adolescentes hay una tendencia a hablar muy rápido y con deficiencias en la articulación, un ejemplo es que unen las sílabas provocando que entre las palabras no haya un silencio natural y que dos parezcan una, en vez de decir cómo andás dicen “moanda”. En algunos casos también debido a la rápida velocidad y a la mala articulación, no abren la boca lo suficiente y hay una perdida de claridad, un ejemplo es que no pronuncian la última letra de la palabra que puede ser una “s”, “r” o una vocal.
La velocidad con la que se dice el discurso también tiene que ver con los estados de ánimo, ya que no vamos a tener la misma velocidad para hablar cuando estamos aburridos que cuando estamos ansiosos por contarle a alguien algo importante que nos pasó.

Para ver un ejemplo de buena articulación, sigan este enlace del periodista de Clarin Gustavo Sierra:
http://www.youtube.com/watch?v=e885rfX4NBM&playnext=1&list=PL931CD4838C57D058

Ritmos y silencios
Pensemos en el discurso como en una melodía, para que sea interesante debe poseer distintos acordes, silencios y velocidades, si una melodía es monótona aburre. Pasa lo mismo con el discurso, si el orador habla siempre con el mismo ritmo y no deja silencios o deja muchos silencios, no marca transiciones cuando pasa de un momento a otro, el discurso se vuelve monótono y aburrido.
El interés que el discurso suscite tiene que ver con el contenido en sí, la elección del tema adecuado al público, con la velocidad, la entonación y sobretodo con los ritmos y silencios que el orador utilice.

Volumen
Las personas tienen un determinado volumen de acuerdo a características físicas, también de acuerdo a la situación, según sea intimidante o no. Por ejemplo, algunas personas en sus casas o con sus amigos hablan mucho, muy desinhibidas y en un volumen altísimo, ante situaciones que son incómodas bajan notablemente el volumen de la voz, aspecto fundamental para ser escuchado y entendidos por el auditorio.

Muletillas
Las muletillas son los sonidos o palabras que surgen, en una presentación oral,  cuando estamos pensando; expresan duda. Entre las más frecuentes encontramos eh, este, digamos, o sea, así que, y, nada, no, no se, bueno, entre otras. Estas palabras son muletillas cuando se utilizan a repetición y su uso no tiene que ver con el sentido de la oración; se utilizan sin ningún significado.
Estas reiteraciones provocan en el receptor una interferencia no deseada y el uso excesivo de las mismas un rechazo al discurso, es por ello que deben ser eliminadas del vocabulario del orador.
Además existe otra forma de vocalización incorrecta que es estirar la última letra de una palabra por ejemplo queeeeeee, esto también causa una interferencia y expresa duda.
El primer paso para eliminarlas es saber que uno las tiene, luego a lo largo de la práctica deberá hacer conciencia sobre cuando las usa y de esta manera ir evitándolas. Cabe destacar que cuando uno más seguro esta de lo que va a decir menos muletillas aparecen.

sábado, 5 de febrero de 2011

La palabra


La palabra es uno de los elementos más importantes que tiene el orador para comunicarse, sale al exterior a través de la voz.
Para brindarle los usos y los cuidados adecuados a la voz, es preciso cono­cer el funcionamiento del organismo para su producción a través de sus cinco sistemas; además es importante reconocer y aplicar la respiración correcta y la articulación adecuada para que nuestros discursos posean el volumen, la pro­yección y la claridad necesarios.


Asimismo, a través de la palabra, se pueden expresar necesidades y sen­timientos, pensemos en la palabra y en la multiplicidad de significados que puede tener de acuerdo al tono, al volumen y a la velocidad con la que se diga; puede significar un sí, un no, o un no sé, se puede usar para ironizar, retar, ordenar o afirmar.
Un discurso dicho, exactamente con las mismas palabras, puede ser muy entretenido o muy aburrido de acuerdo al ritmo, las pausas, los silencios y las entonaciones que le imprima el orador. A todos esos elementos le llamamos componentes del discurso y deben ser muy tenidos en cuenta a la hora de realizar presentaciones en público.

La importancia de la oratoria


A lo largo de nuestra vida, vimos y escuchamos distintos oradores, un profesor dictando una clase, un político exponiendo su discurso, un cura brindando misa, un conferencista dando una charla, entre otros.
De todos ellos, unos nos emocionaron, otros nos enseñaron, varios nos informaron, otros simplemente nos aburrieron y hasta nos hicieron sentir una molestia. A estos últimos les faltó algo, no se desenvolvieron eficientemente, no pudieron demostrar sus conocimientos y capacidades.
En situaciones donde nosotros somos los oradores, es habitual que preparemos la ropa para ponernos ese día, nos peinemos adecuadamente y esbocemos lo que vamos a decir, pero en muchos casos el resultado de la presentación no es el deseado.


No comunicarse correctamente influye negativamente en el inter­locutor y nos imposibilita conseguir los objetivos deseados. Por ello la importancia de conocer la Oratoria, para comunicarnos correctamente, poder convencer a los demás y proyectar una imagen positiva.
Las personas nos comunicamos con otras a través de palabras, gestos o miradas; en el resultado de esa interacción influyen las características distintivas de cada persona como, el timbre y tono de voz, la edad, el sexo, la personalidad, la utilización de las manos, entre otras.
El primer paso para mejorar nuestra capacidad de comunicación es conocernos a nosotros mismos, nuestras fortalezas y debilidades en el arte de hablar con elocuencia. Es preciso reconocer y trabajar en cada uno de los elementos que intervienen en la comunicación interpersonal. Debemos estar al tanto de la importancia de la preparación del orador y hacernos preguntas y buscar respuestas sobre, dónde me paro, cómo muevo las manos, cómo debo organizar mi discurso, cómo puedo contro­lar el miedo que me inmoviliza.